viernes, 29 de octubre de 2010

la tercera/La patria fogosa


Por Marcelo Simonetti

En Corazones rotos, Axel Pickett antologa los consultorios sentimentales de la prensa nacional de casi 100 años. Este retrato de Chile por la vía de la lujuria y el humor se presenta mañana en la Feria del Libro de Santiago, a las 20 horas, en la Estación Mapocho.

A un muchacho que se ha enamorado de una acaudalada mujer que lo dobla en edad, Jean Fremisse le aconseja: “Cásese con la vieja. Ella pone la experiencia, que debe ser muchísima, y usted el dulce pájaro de la juventud que está deslumbrado por los billetes”. A un marido que debe sufrir los embates de su liberada esposa, Jacques de la Tour le advierte: “Vaya acostumbrándose a las acrobacias, pues hasta el salto del ropero tendrá que ensayar para ponerse a tono”. A una adolescente que escribe porque su novio la insulta y le da de empujones, el Doctor Cariño le dice que él únicamente la quiere para “remojar el cochayuyo”.
Lo anterior es sólo un botón de muestra de Corazones rotos: antología de consultorios sentimentales de la prensa chilena (1914-2007), una recopilación hecha por el periodista Axel Pickett (El partido de los valientes) que consigue, en este volumen, ofrecer una mirada amplia del ejercicio de la consejería sentimental en periódicos y revistas. Amplia, porque en él hay voces masculinas y femeninas, de Santiago y provincias, que han escrito sus columnas en diarios ideológicamente de izquierda y de derecha, en un rango de tiempo que, prácticamente, abarca los 100 años.
Pero quizá lo que más destaca dentro de esta antología es el hecho de que funcione también como un retrato de ese otro Chile que se revela entre las sábanas.Como bien dice en el prólogo el escritor Jaime Collyer: “Con su falta explícita de pretensiones, el género del epistolario sentimental, una impostura deliberada que proclama a voces –paradójicamente– su autenticidad, sugiere algunas claves y procedimientos inequívocos del ser criollo en su vida íntima y el terreno de lo amoroso (…) Nos revela, en suma, el imaginario de la raza criolla en ese terreno, la forma en que él discurre en ese frente íntimo, el del romance y sus sinsabores, y desde luego sus alegrías, sus euforias pasajeras”.
Dentro de ese retrato no premeditado, resulta curioso observar, por un lado, lo variado de la fauna local: desde sementales briosos hasta cornudos irredentos, pasando por veteranas ganosas, homosexuales incomprendidos y adolescentes caídos del catre. Los conflictos que atormentan a los habitantes de la patria, a la luz de estas columnas, dibujan un Chile de dos caras: una pública, a ratos comedida, bien portada, cuidadosa de las formas; y la que, de manera soterrada, goza, sufre y se emociona mucho más de lo que uno pudiera pensar, si tomamos como cierta la caricatura del chileno (a) que encarna el funcionario gris y quitado de bulla.
Y aunque la sospecha de que parte de esos textos surgen más de la imaginación de sus autores que de una masa de chilenos ardientes y confundidos, sorprende cómo el país y sus habitantes han evolucionado en ciertas materias no necesariamente referidas al corazón. Jean de Fremisse, que tenía su tribuna en Clarín, sorprende con una diatriba homofóbica escrita en abril de 1971: “Siga pecando y ligerito lo vamos a ver adornando las páginas centrales de policía, con otros especímenes tan extraviados como usted. O ya aparecerá con las tripas al aire o un tiro en la nuca en alguna calle marginal. Ese es el destino de los colipatos”. Y el Dr. Matasanos, de La Copucha de Antofagasta, en 1942, arremete por los palos respondiéndole a la señorita S. Santelices: “Lo que sucede es que usted es demasiado engreída y orgullosa sin tener razones para ello. Por lo tanto, le recomendamos una paliza sin precedentes”.
En todo caso, lo que es regla general son el ingenio y el humor. A un sobrino de 16 años que relata los acercamientos de su tía, Jean de Fremisse le contesta: “No sea caído del catre (…). Su tía del alma está que se muere de ganas por tomar en brazos al sobrinito querido y cantarle la canción de los peques: “Vamos a la cama” (…) Déjela que se dé un gusto. O varios gustos, todo depende de usted, que sea un sobrino obediente y siempre listo como un boy scout”.
La selección de textos a ratos resulta hilarante y, por ende, adictiva. Si el lector tuviese un humor muy seectivo y descreyera de estas líneas, siempre cabe la posibilidad de que algunos de los consejos le calcen como anillo al dedo para recomponer su doliente corazón, lo que nunca estará demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario